Como ya nos tienen acostumbrados nuestros amigos de Cyberhades, nos sigue aportando micro-pezados de la historia de Apple que nosotros, con mucho gusto, vamos recopilando aquí, como ya hemos hecho con todas las anteriores.
En este caso es una historia que, aunque tiene un título más que peculiar, cuenta una historia muy graciosa a la par que representativa de la impronta que Steve Jobs dejaba en los miembros que trabajaban para él, llegando a hacer que pidieran cosas tan curiosas como meter a un ingeniero japonés de Sony en un armario. Ahí va la historia.
La disquetera 3,5″ de Apple y el ingeniero japonés de Sony escondido en el armario
por cybercaronte
Volvamos a Apple en 1980. En esta época se creó un departamento llamado “Disk Division” dedicado exclusivamente a fabricar la disquetera de 5 ¼ diseñada por el genio Steve Wozniak (por cierto, esta disquetera del Apple II dicen que es uno de los mejores aparatos electrónicos diseñado nunca). Esta división trabajaba en un nuevo proyecto llamado en clave “Twiggy” donde se quería cuadriplicar la capacidad de almacenamiento de los discos.
Pero el tiempo se acababa y el equipo empezó a entrar en pánico. No había un producto terminado y además era demasiado grande para la bonita y pequeña carcasa del Apple Macintosh. Era imposible terminar a tiempo este proyecto, había que buscar una alternativa.
Afortunadamente, Sony empezó a vender sus flamantes discos de 3,5″ justo en 1983 (fecha en la que se quería poner a la venta el Mac). Consiguieron algunos para hacer pruebas y la verdad es que a todos les gustó. Era más pequeño (cabía en un bolsillo) y tenía una carcasa de plástico que lo hacía más robusto.
Entonces se lo enseñaron a Steve Jobs, y le encantó. Dijo que lo quería para su Mac, pero … no quería ese fabricado por Sony, quería uno propio. Decía que lo diseñara su departamento “Disk Division” y luego se fabricaría en Japón en la misma fábrica que los “Twiggy”. Vamos como si hacer una disquetera con su interface correspondiente fuera una tarea fácil.
Todos entraron en pánico.
El Apple se tenía que entregar en siete meses ese mismo año y era empezar todo un proyecto de hardware completo desde cero. Es normal que todos estuvieran acojonados pero a ver quién era el guapito que le decía lo contrario a Steve Jobs.
Entonces los jefes del proyecto (Bob Belleville y George Crow) decidieron contactar con Sony sin que lo supiera Steve Jobs. Consiguieron la tarjeta controladora y la adaptaron al Apple Macintosh. Pero todas estas operaciones y acuerdos comerciales requerían de constantes reuniones entre los chicos de Apple y los de Sony. Era más fácil que un ingeniero de Sony fuera a Cupertino que al revés, por si lo descubría Steve Jobs.
Sony envió a un ingeniero llamado Hide Kamoto. Comenzaron una reunión entre todos a espaldas de Jobs en las oficinas y entonces oyeron que Jobs se acercaba. Todos pensaron que si veía a Hide Kamoto empezaría a hacer preguntas y descubriría el pastel. Entonces George Crow le dio unos golpecitos en el hombro a Hide Kamoto y le dijo “Por favor, escóndete en ese armario, ¡ahora!”.
Hide Kamoto claro está, flipó. Con cara desconcertada se metió en el armario durante unos 5 minutos más o menos totalmente a oscuras, calladito. Luego al salir, todos se disculparon por la extraña reacción y dijo “… pero las prácticas de negocios americanas, son muy extrañas. Muy extrañas”.
Y cómo final de esta historia, como todos esperaban, una semanas más tarde el equipo que estaba diseñando el nuevo disco para el Apple dijo que no podría tenerlo en menos de 18 meses, imposible antes de sacar a producción el nuevo ordenador. Entonces le contaron a Steve Jobs lo que habían estado haciendo sin que él se enterara. Respiró profundamente y dio las gracias por haberle desobedecido y hacer lo correcto.
Al final todo salió bien y la disquetera de Sony se integró perfectamente el Apple Macintosh.
Extraído del libro: Revolution in the Valley
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